[ARTICULO] Mujeres en la Redención. D. José A. García Carrasco

Todo Lo que es grande y maravilloso nace sin aparato alguno. La semilla duerme oculta en la tierra como el niño antes de nacer en el seno de su madre; el mundo brotó de las tinieblas del caos, y la Iglesia hizo su aparición en el mundo tras de haber nacido en el profundo silencio de la paciente, muda y perseverante espera de sus primeros adeptos.

Grande y monumental es para mí la influencia de la mujer en la vida pasión y muerte de Jesús; María la madre del Maestro, o aquella desahuciada mujer alegre llamada Magdalena. Nos relata el Nuevo Testamento, entre otras, como la doctrina predicada por Jesús en las alegres campiñas de Galilea y en las áridas comarcas de Sión, había atraído hacia su persona un gran número de fervientes discípulos y gentes que lo admiraban, los humildes, los desgraciados, los sedientos de paz y hambrientos de justicia corrían tras el Divino Maestro. Sus palabras caían como bienhechor rocío sobre las conciencias de los oprimidos y los miserables. La consoladora idea de la redención y esperanza en otra vida mejor encarnada en el dulce Nazareno, purificaba y confortaba las almas decaídas. Una cortesana célebre por sus encantos, se sintió hondamente contrita al escuchar las palabras del que llamaba a todos los hombres para un nuevo reino de caridad, igualdad y amor, y se convirtió en ardiente adoradora suya.

La figura de la Magdalena ha quedado desde entonces grabada indeleblemente en la historia de la Redención .

Mucho tiene que haber calado en el corazón de los cristianos otra santa mujer; Verónica, natural de Palestina. La piadosa mujer que salió al paso de Jesús en su tortuoso caminar hacia el Gólgota y que pese a no figurar en los Evangelios, los cristianos la conocen como la mujer que alivió el rostro dañado y dolorido del Hijo de Dios con un paño empapado de agua, como así los explica en sus textos San Gregorio de Tours.

Y fue María con algunas mujeres y un solo discípulo las que siguieron a Jesús hasta el lugar del suplicio, presenciando todos los trances de aquel camino de amargura. Al anochecer de aquel horrendo día, la Madre Dolorosa que había permanecido constantemente al pié de la Cruz, recogió en sus brazos a la Noble víctima, la árida montaña yacía solitaria. Cuando Jesús hubo exhalado el último suspiro , quedó la tierra sepultada en tenebrosa lobreguez, el monte se abrió por varias partes, y rasgándose la bóveda del templo; el sol se eclipsó negando su luz, tembló la tierra y resonaron por los aires extraños y siniestros rumores, las sepulturas cavadas en roca viva arrojaban de su seno los despojos que guardaban. El Divino Maestro había muerto. Con Él empezó el reinado de la caridad, del amor, de la fraternidad, y por más que el mundo dure millones y millones de años, la doctrina que él fundó será la doctrina incomparable y salvadora que resistirá eternamente todos los embates, todas las negaciones y todos los naufragios a que sea sometida.

[ARTICULO] Semana Santa. D. José Guillermo Rios

Hay un solo hecho que llena y ocupa toda la semana, hasta tal punto que es imposible ocuparse de otra cosa o evento que no sea este. A su lado otros hechos que por su aparición de última hora pudiera ser llamado como novedoso quedan pequeños, sin importancia e indignos de ser considerados para ocupar una pequeña reseña en cualquier medio de información: ese hecho cuya actualidad se reproduce año tras año desde hace ya dos mil tres y que seguirá produciéndose por siglos y siglos, puede afirmarse, sin miedo a incurrir en ningún error, es la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo, el hijo de Dios, del Salvador de los hombres.

¿Cuantos miles de suplicios se han verificado antes del que en esta Semana Santa conmemora la Cristiandad? No creo que hayan datos de tan elevado número, como tampoco creo que ninguno de ellos, fuera del de Jesús, haya sido origen o motivo de redención.

La sangre del Justo derramada en el Calvario, cayó cual benéfico rocío sobre la humanidad entera, y cada una de sus gotas fue suficiente para lavar las culpas de millones de hombres que como cada rayo de sol hace vivir a innumerables seres. La existencia del Hijo de Dios, al salir del cuerpo del Hijo del Hombre, recobró toda su infinita extensión, y volvió a adquirir toda su eternidad, y por eso pudo bastar a la redención de la humanidad entera. Ni puede darse sacrificio más enorme y más sublime que el del infinito que se limita a sí mismo por su propia voluntad, ni puede concebirse resultado más grandioso que el logrado en virtud de tal sacrificio.

Un largo periodo de dos mil tres años, durante el cuál se ha perdido la memoria de tantas cosas y de tantas personas, de tantos hechos juzgados en su tiempo como importantes y de tantos personajes tenidos por sus contemporáneos como ilustres, no han podido entibiar siquiera el recuerdo de la Redención, ni debilitar en la mente de los hombres el brillo de las fulgurantes letras con que en ella está escrito el nombre del Redentor.

Y pasarán años y siglos; las generaciones se sucederán unas a otras, se fundarán y caerán Estados, Monarquías, Repúblicas, Imperios; cambiarán los usos y las costumbres; tendrá la civilización, sol de la humanidad, como el sol de la naturaleza, sus ortos y sus ocasos y sus eclípses, y sin embargo, de la memoria de los creyentes, no se borrará el nombre de Jesucristo, ni de su conciencia las enseñanzas de su doctrina, ni de su corazón el amor a quien les salvó a costa de su humillación y de su existencia.

El Mártir del Gólgota es, sin lugar a dudas, el Hijo de Dios, no solo considerado por la ceguedad inconsciente y puramente sentimental de la fe, sino ante la luz de la razón.

Por eso, ante la magnitud del hecho que esta semana conmemora la Iglesia, quedan oscurecidos, quedan anulados todos los demás, y por eso, los que se ocupan de las crónicas y las noticias del día, creo se encuentran sin fuerzas para ocuparse de ellas, o nos limitamos a decir a los que, con nosotros, comulgan en Cristo: No es esta ocasión de pensar, sino de sentir; sintamos y que las fibras de nuestros corazones no vibren sino de amor al que se sacrificó por salvarnos, pues, ni aún haciéndolo así, podrá aproximarse siquiera nuestra gratitud a la altura que alcanzó su sacrificio.

[ARTICULO] Escuela de nazarenos. D. Ramón Sánchez Pérez

En este año 2004 se cumple el 15º aniversario del Paso de Ntra. Sra. Madre de Misericordia en la Semana Santa Murciana. Tuve el privilegio y el honor de poder procesionar junto a ellos en el Viernes Santo del año 1999. Con apenas 2 años en la Cofradía, y con un proyecto en ciernes (el paso del Descendimiento) su Cabo de Andas por entonces, Pepe Mora, me tendió gustosamente la mano, para poder integrarme en la Cofradía y vivirla desde dentro, ofreciendome la oportunidad de salir con ellos. No olvidaré nunca el detalle de cederme el estante de Cabo y «llevar» este Paso durante un tramo de la carrera. Estos nazarenos, orgullo de la Cofradía y escuela de Nazarenos de Murcia, a los que conozco en bastantes casos, me demostraron que ser Cabo de Andas, no es tan difícil como pueda suponerse teniendo el oficio y su buen hacer. Ver «andar» esta bellisima imagen de José Sanchez Lozano por las calles de Murcia, a hombros de estos cofrades, es ver la esencia de nuestra Semana Santa.

Quiero agradecer públicamente, este gesto de generosidad y hermandad que tuvo Pepe Mora conmigo, y que me sirvió para darme cuenta del verdadero espíritu de la Misericordia y de la autentica nazarenía murciana. Animarles a todos y cada uno de sus estantes a proseguir con su trabajo, y felicitar a su actual Cabo de andas, Daniel Sanchez (que con la ayuda de Jose Miguel Mora) deleitan a todo el público que asiste a nuestro procesión y que con su esfuerzo aportan una muestra (y no pequeña) de nuestra Semana Santa.

[ARTICULO] Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. D. José María López García

En el diccionario editado por la Real Academia Española de la Lengua, entre otras acepciones, define a la Misericordia como un “atributo de Dios, en cuya virtud perdona los pecados y miserias de sus criaturas”.
Es por tanto este aspecto divino el que resume y singulariza el sentido de nuestra relación con Dios. Nosotros pecadores nos acercamos a El con el deseo de sentirnos libres de nuestras debilidades y Este, con su generosidad infinita, siempre nos acoge en su regazo una vez liberados de los mismos.

Esta actitud bondadosa que nos permite obtener el perdón de nuestros pecados al tiempo que poder entonces, limpios y libres, disfrutar de la Eucaristía para estar en comunión con el Padre, son el verdadero sentido en nuestra vida como cristianos.

Nuestra salvación es imposible sin nuestra redención, la cual solo podremos obtener por la misericordia divina que El nos asegura y que nos demuestra el amor constante que nos dedica.

El evangelista san Mateo (5,3-11) nos cuenta las promesas de felicidad (bienaventuranza) hechas en el Sermón de la Montaña por Jesucristo a quienes acepten sus enseñanzas y vivan según las virtudes de humildad, mansedumbre y paciencia. En una de ellas nos exhorta a que nosotros seamos también misericordiosos con nuestros semejantes lo cual nos garantizara el alcanzar la misericordia divina.

Esta forma de actuación a la cual, como cristianos, Jesús nos invita a que la asumamos como propia y de forma constante en el desarrollo cotidiano de nuestra vida, por nuestra frágil condición humana en algunas ocasiones nos es difícil de poder llevarla a la práctica.
La Virgen María bajo la advocación de la Misericordia es nuestra mejor aliada y la perfecta mediadora ante Dios de nuestros anhelos de obtención de la misma.

Si nuestro Padre siempre esta dispuesto a tener esta actitud generosa con nosotros, la intercesión maternal de María, a la que reconocemos como Madre de Dios, nos asegura la obtención de la misma.

Nuestra Madre de la Misericordia siempre esta deseosa de ayudarnos y cada vez que lo deseemos podemos confiarnos a Ella. La práctica de la diversidad de devociones marianas que conocemos: El rosario, el Ángelus, himnos, salmos y oraciones, nos permiten cada vez que queramos poder llegar a ella y obtener su consuelo.

[ARTICULO] En agradecimiento a mi padre. D. José Miguel Mora Gómez, 2º Cabo de Andas

Antes de que yo naciera, tu ya eras nazareno. Cuando con apenas contaba con dos años de edad comencé a andar sólo y todavía con pañales, me pusiste la túnica magenta de nuestro Cristo del Perdón, fue entonces cuando se inició mi vida nazarena, ahí empecé a “mamar” la Semana Santa. Unos años después también te acompañaba en el paso del “Lavatorio” en la procesión de los coloraos, pero aquí fue mi hermano el que ocupó tu sitio, yo heredé el de mi suegro en el “Pretorio” o “Berrugo”, como popularmente se conoce, y gracias a Andrés y Antonio Sánchez (hijo y nieto del Rojo) vuelvo a vestir la túnica colorá. También he portado en mis hombros el paso de la “Aparición” en la procesión del Resucitado.

Con quince años, empecé a salir contigo en la Cofradía de la Misericordia, cómo en aquellos años no se controlaba tanto lo de la edad, cada vez que podía (que no eran pocas) metía el hombro al paso del Cristo, pues entonces sólo salía Él en la procesión. Se cumplen ahora quince años de la creación del trono de Ntra. Sra. Madre de Misericordia, y aquí sí que participé como estante fundador con mi puesto de titular, recuerdo como si fuera ayer todo lo vivido en relación al trono, reuniones, y más reuniones, fueron unos meses de duro trabajo sobre todo para los que formasteis la junta gestora, pero todo lo di por bueno el día que por primera vez en mi vida “ataba” como titular, la emoción que sentí, sólo ha sido superada el día que tras treinta años de espera, herede tu puesto en el “Perdón”. Ese sentimiento no se puede explicar con palabras por que es el corazón el que habla. Yo he aprendido de ti a amar la Semana Santa, como buen cristiano que soy, también aprendí a tu lado a saber perdonar por que así nos lo pide nuestra Virgen que a pesar del dolor, aún tiene Misericordia para nosotros, es tanto lo que de ti he aprendido que es un orgullo para mi ser tu hijo.

Por motivos que para nosotros, tus estantes nos parecen injustos has dejado el puesto de Cabo de Andas (hasta en eso has demostrado lo mucho que quieres a nuestra Cofradía) sin crear problema alguno, pero para mi, tu seguirás siendo el mejor nazareno y Cabo de Andas que tiene la Semana Santa Murciana.

Hoy después de 29 años saliendo juntos, te escucho decir que este será el último, que te vistas de nazareno yo te digo que no necesitas vestirte por que tu eres nazareno todo el año.

Con lágrimas en los ojos, quiero terminar con las palabras que te dije la noche de Lunes Santo pasado, con el Cristo del Perdón como testigo ”aunque estés retirado y no te vistas de nazareno, tu seguirás cargando conmigo, por que estarás siempre en mi corazón”. GRACIAS PAPÁ POR HABERME HECHO NAZARENO.