[ARTICULO] Misericordia en la noche. D. Alberto Castillo Baños

El viernes Santo, en Murcia, es quizá el día más grande de cuantos componen el ciclo anual. Amanece muy temprano, o en su defecto mucha gente no se acuesta, pues tras asistir al austero cortejo del Santísimo Cristo del Refugio, la noche anterior, casi todo el mundo cumple con el rito de aguardar, desde primeras horas, el extraordinario cortejo de “los nazarenos” que sacan a la calle el mayor de los tesoros que Murcia guarda celosamente: el evangelio que, en madera, talló Francisco Salzillo Alcaraz en la segunda mitad del XVIII.

Mañana, habitualmente, de sol y calor típica de una primavera naciente. Emoción en miles de personas que aguardan año tras año, casi en el mismo lugar de siempre, el paso del penitencial cortejo de los moraos. Punto de encuentro de amigos y familiares. También de recuerdos pues, siempre, hay alguien que en el pasado estuvo cerca de nuestra silla y que ya no lo estará jamás. Mañana de Viernes Santo.
Y cuando la retina empieza a estar acostumbrada a la luz hermosa de la mañana y la tarde cuaja en esplendor de la primavera de la vida, apenas sin descanso, sin que las sillas lleguen a plegarse en el recorrido, se abren las puertas de la desacralizada San Esteban para que, Murcia, se llene de infinita Misericordia en el mayor momento del dolor.

El divino crucificado que, el publico, sigue creyendo que es de marfil dado el extraordinario color de su encarnadura, la obra del jesuita Domingo Beltrán, procesionaba de siempre en soledad por las calles de esta Murcia penitente. Hasta que un buen día, un extraordinario día me atrevería a decir, un grupo de enamorados nazarenos murcianos se encontraron con la posibilidad de procesionar, junto al Señor de la Misericordia, a su madre santísima. Imagen de gran belleza salida de la gubia del recordado Jose Sánchez Lozano en el año veintidós de la pasada centuria. Pusieron ilusión y sacrificio en esta idea y la llevaron a feliz término para orgullo de todos los murcianos. Años mas tarde se incorporará al solemne cortejo un extraordinario grupo escultórico de Jose Hernández Navarro y que recorre el dramático momento del Sagrado Descendimiento de Cristo. El cortejo procesional ha quedado, de momento, cerrado a nuevas hermandades.

La Dolorosa de “Sanchelozano” (que así firmaba el escultor por aquellos días) pone el contrapunto del infinito dolor entre la mañana y la noche. Si la de Salzillo, al amanecer, pierde su vista en el azul del cielo buscando consuelo para su infinita soledad, la de la tarde, señora de Misericordia, busca en las estrellas pañuelo que enjugue sus lágrimas. Si el color dieciochesco viste de gala a la Madre, en la mañana, el negro luto de su inconfundible manto envuelve a Murcia en la soledad de una noche donde, María, es señora de infinita Misericordia.
Son la misma imagen. Es la misma representación. Casi similar la estética. Sin embargo, en el atardecer del viernes Santo, la señora de San Esteban mueve al dolor con su sola presencia. La oración brota espontánea de los labios enamorados y el corazón se contrae ante el infinito sufrimiento de María.

Dicen, aquellos que no nos comprenden, que Murcia en viernes santo es un día sin final y que “tenemos demasiadas procesiones”. Yo, aprovechando la gentil invitación que me formulan los estantes para figurar en esta publicación, digo todo lo contrario: Bendito viernes santo que nos hace sentir emociones. Que pasa de la luz al dolor. Del esplendor al duelo. De la Pasión a la Muerte para ser más conscientes del supremo milagro de la Resurrección triunfante.

En Murcia, en esta ciudad penitente y nazarena, tenemos la inmensa suerte de poder contemplar, gracias al evangelio de la madera, a Jesús en los supremos momentos del drama. Mas tarde crucificado, señor de Misericordia infinita. Cuerpo vencido por la muerte en los brazos de una madre que es Señora de Angustias. Conducido al sepulcro de San Bartolomé por los santos varones y finalmente, cuando el día a muerto y el amanecer del sábado se está haciendo realidad, Maria, vuelve del sepulcro como señora de Soledad infinita.

Amigos de la Misericordia: penitentes y estantes del paso de Maria Santísima, muchas gracias por habernos regalado a los murcianos el impagable tesoro que supone la presencia de la Madre dolorida, en la noche mas amarga, y que con su sola presencia alcancemos en el amanecer cercano de la Pascua, las promesas de Jesús Resucitado.

¡Feliz aniversario!

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