[ARTICULO] Los paladines de la Misericordia. D. Antonio González Noguerol

En todas las contiendas pugnan héroes anónimos que, sin exigir nada a cambio, dan todo cuanto poseen por una causa común. Igual ocurre en ciertas concentraciones públicas, siempre concurren personajes altruistas, sin nombre, acaso sin una relevancia especial, sólo con un proverbial amor hacia aquella idea o a esos colores y sin cuya aportación sería imposible el éxito de la misión.

Similar suerte acontece en las procesiones de Semana Santa, manifestaciones en recuerdo de la Pasión, Muerte y Resurrección del Crucificado.

Siempre aparecen esos ‘héroes’ que engrandecen año tras año estas conmemoraciones. Misericordiosos Cirineos del siglo XXI, curtidos paladines que en algunas ocasiones soportan la pesada cruz de otros. Personas humildes que como laboriosas abejas de ese gran panal de la Junta de Cofradías sacrifican su tiempo libre desarrollando una gestión silenciosa, irrelevante a ojos del público, pero que merced a ella, las procesiones salen brillantemente a la calle cada año.

Es fácil ofrecer justo homenaje a notables priostes que han puesto su personalidad a disposición de nuestra Semana Santa. Son característicos sus méritos a los cuales sin duda se han hecho acreedores, el reconocimiento es general y todo son rosas y flores.

Pero qué me cuentan de ciertos nazarenos que han bebido los vientos por una túnica, que se han ilusionado por sus colores desde niños; que se emocionaban y se siguen estremeciendo escuchando marchas pasionarias como “Mater Mea” de Dorado o la emblemática “Nuestro Padre Jesús Nazareno” de Cebrián.

Como es costumbre cada año, se agasajará con todo merecimiento a los ilustres pregoneros que van a proclamar a los cuatro vientos nuestros desfiles procesionales. También sería ocasión propicia homenajear a esos devotos de las procesiones, personajes que se han distinguido por su celo, su colaboración ilimitada; generosos cofrades que no necesitan protagonismo ni salir en la foto, sólo trabajan por amor a su hermandad.

Y qué decir de esos entusiastas estantes, aguerridos portadores, orgullo de los desfiles que cargan penosamente a través del itinerario, no sólo sin exhalar un quejido sino con la satisfacción característica repartiendo los tradicionales obsequios desde los caramelos hasta los peculiares huevos cocidos y demás aditamentos que personalizan la Semana Santa murciana.

El laberíntico recorrido siempre está presente, las fatigosas callejuelas del Jerusalén murciano aguardan desafiantes a los penitentes, pero la Fe del esperanzado Nazareno les asiste en el inhumano reto por la calle de la Amargura.

La espalda se dobla y comienzan a doler sus vértebras que van cediendo al ‘dulce’ peso mientras las piernas se doblegan ante el tormento de la Cruz. Pero los estantes perseveran en su particular pasión… y no son momentos de dudas ni flaquezas…

Pronto será la ‘Hora Nona’ y el círculo se torna espinoso, los nazarenos sufren perturbadoras dificultades. El mundo se ve abocado a la catástrofe.

Pero no hemos de abatirnos, el raído estigma de la Pasión prevalece sobre la procacidad de los paganos y Nuestra Santa Madre la Virgen de la Misericordia camina hacia su Hijo con la esperanza del retorno mientras nos cobija la huerta murciana empapada de azahar en una nueva primavera.

Hemos resucitado después de aquella madrugada de negruras y las sombrías Parcas han sido expatriadas. La muerte espantada huye despavorida ante ese Sol Radiante de la Resurrección.

El manso y misericordioso Jesús ha triunfado desterrando la violencia y el horror con la más poderosa de las armas: el Amor.

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