Cuando en 1966, inicie mi vida nazarena ingresando en la Cofradía de la Misericordia, no podía imaginar lo que influiría en mi vida el llevar sobre mis hombros a los Cristos de la Esperanza, Perdón y Misericordia, ellos me enseñaron el camino, porque en la vida nunca se debe perder la Esperanza de conseguir un mundo mejor en donde los hombres sepamos Perdonar y sobre todo tener Misericordia de nuestros semejantes, tres facetas que yo he intentado practicar a lo largo de mi vida. Con todo, sentía que mi vida nazarena estaba incompleta, me faltaba algo, no sé que, pero algo dentro de mi corazón se manifestaba pidiéndome más, por eso en la primavera de 1988 cuando nuestra Cofradía pone en marcha la creación de un nuevo trono, no lo pensé, e inicié la aventura más hermosa de mi vida, no fue fácil abandonar al Cristo, en realidad no lo abandoné ya que seguiría con Él, iría unos metros más atrás y sé que Él, lo comprendería, ya que jamás ningún Viernes Santo estaría solo por las calles de Murcia, su Madre a hombros de sus hijos, la llevarían tras él, esa Madre que lleva en su cara el dolor por la pérdida de su Hijo y al mismo tiempo nos trasmite con su mirada una paz y misericordia, que no encontraremos en ninguna otra.

No es nada fácil, (como muy bien saben, aquellos que han tenido la ocasión, de realizar esta singladura en otras cofradías) la tarea de reunir los acondicionantes que un nuevo trono requiere, pero en esta Cofradía se contaba con el mejor aval que garantiza el éxito y no es otra que la Hermandad que siempre ha caracterizado a todos sus componentes, fueron meses de duro trabajo, tanto de la Junta de Gobierno como de los Estantes – fundadores, que trabajaron codo con codo, manteniendo reuniones de organización y funcionamiento, lo primero que se creó, fue un reglamento de régimen interior de obligado cumplimiento elaborado y aprobado por todos los componentes del trono, así mismo se formó una comisión de seguimiento (de la cual me siento orgulloso de haber pertenecido) que tendría la labor de coordinar todos los trabajos. En primer lugar se planteó la construcción del trono, después de estudiar varios bocetos, se decidió que el trono lo realizara D. Juan Lorente, quien nos emplazó para la Semana Santa de 1991, es por ello que nos vimos obligados a desfilar los dos primeros años con el trono de Ntra. Sra. de los Dolores de la Cofradía del Amparo, siendo D. Alfonso López Cerezo (de quien estaremos eternanente agradecidos) quien nos ofreció su trono desinteresadamente por el tiempo que necesitáramos.
En la Semana Santa de 1990, Dª. Josefina Rodenas Hernández, se ofreció como Camarera de la Virgen, como única acreditación nos presentó su corazón, un corazón lleno de amor hacia la imagen que iluminó su vida, la primera vez que la vió; y bien que nos ha demostrado ese amor, desde ese día es la más fiel servidora de, como ella dice, nuestra Madre, no solamente se preocupa que no le falte de nada sino que vive con sus hijos los estantes, todos los problemas que la vida nos depara, por ello quiero hacer público mi agradecimiento hacia la persona que sin pedir nunca nada se entrega en cuerpo y alma a todo lo que al Paso de la Virgen se refiere ¡GRACIAS JOSEFINA!
Más tarde y a petición de todos vosotros, la Junta de Gobierno me hizo el honor de nombrarme 1er Cabo de Andas oficial del trono, cargo que he desempeñado con enorme orgullo y responsabilidad, sintiéndome apreciado por vosotros como así lo demostrasteis en todas las ocasiones necesarias, en todo este tiempo os he visto crecer como personas y nazarenos, algunos os habeis casado y teneis hijos que ya desfilan como infantiles detrás de la Virgen y que serán en un futuro los que recojan el testigo, gracias a Dios yo ya he pasado por ahí y no podeis imaginar lo que siente uno cuando ve a su hijo todo orgulloso ocupando el puesto que su padre le ha cedido.
En el capítulo de anécdotas, son numerosas, pero quizá las que más nos han influido en nuestro carácter son aquellas que sirvieron para demostrar el amor que sentimos a la Virgen, por ejemplo, el día que fue bendecido el trono, aguantando los 35 minutos que duró el acto, con el peso del trono en vuestros hombros y sin almohadilla o aquel año que la Junta de Gobierno nos obligó a meter a la Virgen de espaldas al público, allí demostrasteis obediencia a pesar de que vuestros ojos llenos de lágrimas denunciaban la injusticia del echo, quien puede olvidar los actos de celebración del 10º aniversario, fue un día lleno de solemnidad, con la bendición de la corona que entre todos le regalamos a nuestra Madre y más tarde con la comida de hermandad, donde quedó patente nuestro compañerismo.
Han pasado 15 años de todo esto, la mayoría de nosotros ni nos conociamos, hoy gracias a la Virgen, formamos una gran familia, unida sólo con un fin, GLORIFICAR a nuestra Madre Virgen de la Misericordia.