Amadísima Madre de Misericordia:
Ya hace quince años, cuando un grupo de nazarenos murcianos unidos por tu amor, decidieron sumar sus voluntades para que en la Noche de Viernes Santo, la noche más triste del año, nuestro Santísimo Cristo de la Misericordia estuviera acompañado por Ti.
Para Ti hicimos un trono, el trono que se merece la Reina del Cielo, hermoso pero a la vez pesado y duro, como la vida misma, un trono que te enaltece, que te eleva a lo más alto, para que de esa forma no pierdas nunca la mirada con tu Hijo Amado.
Y debajo de este trono tus hijos, tus estantes, todos protegidos bajo tu manto, cansados pero orgullosos de tener el privilegio de acompañarte, de estar contigo, de ser también consuelo tuyo.
Creo Madre de que no éramos conscientes del camino que estábamos recorriendo, de la mano que nos estaba guiando, del cariño y amor que estábamos recibiendo.
Por todo ello sólo podemos decir, Gracias Madre.
Gracias Madre por nuestra Cofradía del Santísimo Cristo de la Misericordia, gracias por sus momentos buenos, de alegría, de concordia y misericordia, pero también gracias por los que no han sido tan buenos porque de ellos debemos de aprender.
Gracias Madre por nuestra Camarera, sierva tuya, madre también nuestra, por todo su apoyo y cariño.
Gracias Madre por los penitentes y mayordomos de nuestro trono, que siempre nos marcan el camino hasta Nuestro Cristo de la Misericordia.
Gracias Madre por tus estantes, por ese grupo de nazarenos que año tras año, siguen bajo tu manto, que soportan bajo sus hombros todo el dolor que Tu llevas dentro, que aprietan los dientes cuando el camino se hace largo, largo y duro, pero que siempre están y estarán contigo.
GRACIAS MADRE DE MISERICORDIA.